«No empujes el río, este fluye por sí mismo»
-Fritz Perls-
Aceptar todo lo que es tal como es no tiene nada que ver con nihilismo, abandono o estoicismo. El primero parte de una visión negativa, el segundo de una postura de rendición y el tercero de considerar que hay que aguantar y tragar con lo que nos suceda como si se tratase de una penitencia.
Aceptar, es no transitar ninguno de esos tres amargos caminos. Significa integrar. Hacer espacio a lo que es como es. Mirar la situación de frente, asimilarla, con el mínimo juicio posible, con ausencia en la medida de lo posible de adjetivos, ya que la palabra, para determinados hechos siempre es parca, a menudo parcial e incluso puede llevar a engaño. Aceptar es no dejarse tampoco influenciar por la narrativa que hagan de los hechos terceras personas. Pueden distorsionar mucho sin mala intención. Con las opiniones ajenas en cuestiones personales hay que comportarse como el bambú: demostrar que tenemos unas profundas y fuertes raíces para no doblegarnos a la mínima, y poseer un buen, propio y sano criterio que jamás se tuerza sople el viento del Este o del Oeste. Cómo lo estás viviendo sintiendo y encarando tú? Cómo te afecta la situación a tí? Qué te pide tu cuerpo, qué te dice tu intuición?

Fluye… todo pasa, nada permanece
Escúchate y luego acepta y di sí. Sí es la palabra gestáltica por excelencia. Aceptar es fluir. Fluir con la situación presente como si la situación y tú fueseis un río, un ejemplo precioso que le escuché a un maestro en el arte de trascender, Fer Broca. Fluye, fluye con la pena si la tienes y llora, lo que necesites. Todo está bien si eres coherente con lo que te despierta la realidad en el momento, todo está en orden si fluyes. Del mismo modo que nunca nos bañaremos dos veces en las mismas aguas del río, como dijo Heráclito, si fluimos y conectamos con la emoción coherente y normal que suscita cualquier situación, es mucho más fácil que no quede “congelada”, “negada”, “detenida”, o “secuestrada”, es más sencillo desde esta perspectiva dejarla pasar, transitar el estado emocional correspondiente lo que sea lógico y necesario sin postergaciones, sin dolor innecesario, sin lucha, sin resistencia o negación. Sin la visión estoica tampoco, eso equivale a aguantar la embestida para luego de soportarla hacer como si no fuese con nosotros el tema, como si no hubiese siempre una lección subyacente a cada situación que se nos presenta en la vida. El tema, la situación, sí nos compete porque ha llamado a nuestra puerta, nos afecta, y nunca es por azar, siempre es por enseñanza. Desde una postura sabia, consciente, ajustada y responsable de nuestras propias reacciones ante eso que nos pasa, abrimos la puerta a la situación con todas sus consecuencias, haciéndole sitio a la “visita” para integrarla y abrimos también el grifo de la reacción emocional sana y natural si nos lo pide el cuerpo. No podemos ni debemos fingir que estamos bien, felices y alegres cuando no lo estamos.
Hay una corriente entre la denominada “autoayuda” que es peligrosa en tanto que “culpabiliza” a las personas por sentirse tristes arguyendo que ese sentimiento “atrae” más tristeza del “campo”. Yo veo una barbaridad que a las personas se les arrebate la coherencia de sentir dolor en las pérdidas que trae la vida (despedidas, separaciones, enfermedad, etc.). Solo los santos como San Agustín pueden sentir alegría en las pérdidas “siente alegría con lo que la vida te trae y siente la misma alegría con lo que la vida te quite”. Espléndido, para un santo. El resto de mortales no-iluminados a lo máximo que podemos aspirar es a aceptar, fluir y dejar pasar, como hacen los ríos, como hacen los sabios. Porque todo pasa, y ésto … también pasará.